
Uno de los atractivos para el que visita Mallorca y quiere alejase de las rutas trilladas del turismo tradicional es el Jardín Botánico de Soller.
El hecho en sí de viajar a Soller es ya todo un aliciente al hallarse enclavado en plena Serra de Tramuntana y ligeramente aislado entre montañas y el mar. La mejor forma de llegar hasta el jardín, para que la experiencia sea lo más placentera posible, es mediante el Tren de Soller, construido en madera y cuya red ferroviaria y de estaciones data y sigue guardando aires de principio del siglo XX.
Desde la estación de Soller llegaremos en un corto paseo de aproximadamente veinte minutos de duración al Jardín Botánico.
No es un jardín espectacular en cuanto a número, extensión o número de especímenes pero resulta una delicia pasear por él. Las áreas están bien definidas simulando el estatus ecológico y habitat natural donde viven las diversas especies.
Si bien hay representadas diversas especies de todo el mundo abundan lógicamente las provenientes del clima mediterráneo y las endémicas de las Islas Baleares.
Las áreas están divididas en zonas donde hallamos especies ornamentales, plantas medicinales, así como una colección de árboles frutales y hortalizas tradicionales de las Baleares.
El jardín ha pasado durante unos años una crisis que lo puso al borde de su desaparición por impagos y falta de ayudas por parte de la administración. Durante los dos últimos años parece que esta saliendo adelante y trata de autofinanciarse.
Otro aliciente para el visitante es que en el edificio principal se encuentra el Museo Balear de Ciencias Naturales dedicado a divulgar y conservar el patrimonio natural de las Islas Baleares.
Desde el punto de vista fotográfico este lugar es una delicia para la fotografía macro y la época ideal para su visita será en primavera en plena floración acompañados de un buen trípode y rotula. Tuve la suerte de que en las horas anteriores a la visita había llovido y el cielo estaba ligeramente nublado con lo que la luz no era intensa.
Equipo utilizado: